1991

Salón de la Fama del Deporte Riopedrense

Don Agustín López Quiñonez
Socio Fundador del Salón de la Fama del Deporte Riopedrense

Fajardo ha sido la cuna de muchas personalidades que se han destacado notablemente en las diversas actividades humanas y cuyas aportaciones han trascendido sus fronteras geográficas. Mencionar sus nombres sería imposible por limitaciones de espacio pero tampoco debemos hacerlo por temor a incurrir en olvidos lamentables. No obstante, suplicando excusar nuestro atrevimiento, hoy por hoy, el nombre de Agustín López Quiñones no será el más conocido, pero el mismo está entre los más conocidos.

Don Agustín, como cariñosamente se le llama, es el sexto hijo de una numerosa familia de 16 hermanos. Cursó sus estudios elementales y secundarios en las escuelas públicas de su pueblo. Mientras cursaba su tercer año de escuela superior, surgió en él, la inquietud sobre el bienestar de sus condiscípulos, creando un ambiente estudiantil que fuera propenso a mejorar la convivencia no solo dentro de las aulas sino de las familias de sus compañeros de estudios y de la comunidad fajardeña. Organiza su clase y la induce y motiva a celebrar una serie de actividades que entusiasma al grupo y a toda la grey estudiantil de la escuela. Durante su cuarto año, continua presidiendo al grupo y bajo su liderazgo, sigue satisfaciendo sus inquietudes que culminan con una serie de actividades que hicieron época en Fajardo y con ello se arraigó en él su propósito, ya decidido, de dedicar parte de su vida al servicio de sus compueblanos. Sus logros durante su vida estudiantil son todavía recordados con agradecimiento y nostalgia por sus compañeros de estudios, maestros del plantel y por toda la comunidad.

Al terminar sus estudios secundarios, en la imposibilidad de continuar estudios superiores, decidió buscar trabajo para su propio sostén y ayuda a su familia. Logra conseguir empleo permanente en la Fajardo Sugar Company y allí tomaron nuevo impulso sus inquietudes organizativas y se entrega de lleno, durante sus horas libres, a organizar actividades sociales y deportivas que impactan a la gerencia de la Compañía y a todas las familias fajardeñas. Con un trabajo seguro y disfrutando del respaldo de sus jefes, unió sus destinos a Doña Graciela López, quien desde entonces, no es solo su eterna compañera, su mejor amiga y confidente sino también su apoyo constante en el consuelo.

Los compromisos del matrimonio y el fruto del mismo lo obligan a mover su residencia a Río Piedras y a un nuevo trabajo en la Cervecería Corona, en Santurce. Como buen fajardeño no olvida a sus compueblanos y desde la Ciudad Universitaria se echa sobre sus nombres la organización de la Asociación de Fajardeños Ausentes, una de las mejores asociaciones de ese tipo en el país. Después de varios años de éxito en su dirección, Don Agustín pasó el batón a otros, siendo objeto de uno de los homenajes más concurridos y emotivos que se recuerdan en los últimos años. Su obra cívica más notable permanecerá por muchos años a la vista de propios y extraños, en la Plaza Central de Fajardo. Allí se levanta, majestuoso el Monumento a la memoria de uno de sus hijos más queridos: Don Antonio R. Barceló, El Capitán de su Pueblo. Muchos de los que la ven, especialmente la gente joven, ignoran que esa obra fue posible gracias a la iniciativa y esfuerzo tenaz y persistente de Don Agustín, quien con su espíritu indomable, organizó la campaña y casi personalmente, recorriendo los campos y pueblos de Puerto Rico, recogiendo peso a peso y centavo a centavo, logró reunir el dinero necesario para terminar la misma. La estatua naturalmente es de Don Antonio pero cada pulgada del mármol donde está moldeada es también un tributo al espíritu infatigable del que la hizo posible.

Dentro del campo deportivo, ¿qué no ha hecho Don Agustín? Junto al Padre del Baloncesto Puertorriqueño, Don Emilio E. Huyke, fue uno de sus colaboradores más fieles en la organización de la Federación Insular de Baloncesto, precursora de actual Federación Nacional que ha colocado el Deporte del Balón y el Aro, en el primer deporte el país. En el Beisbol, fue también Don Agustín el iniciador, junto a su amigo fraternal Pancho Soto Respeto, de los torneos estatales de Futuras Estrellas, y el Beisbl Aficionado, la cantera donde salieron tantas estrellas que han adornado el cielo beisbolero boricua. Y como nota curiosa, fue en ese deporte donde organizó el único torneo de beisbol entre colonias azucareras que se conoce, durante su empleo en la Central Fajardo. Su participación activa en el deporte fue poca pero la suficiente para desarrollar una gran inquietud por la indiferencia y el olvido a que queda sometido el atleta cuando los años o accidentes, lo ven obligado al retiro. Y es nuevamente esa inquietud, la que lo lleva a dedicarse, con el entusiasmo y vigor que le quedan, a organizar salones de la fama del deporte en varios pueblos de la isla y así perdurar, para nuestras generaciones venideras, las hazañas deportivas de los que dedicaron los mejores años de su juventud a darle nombre y gloria a sus pueblos y a Puerto Rico. Así ha querido cerrar, con broche de oro, sus actividades como líder del deporte no ya de Fajardo, ni de Río Piedras, sino de Puerto Rico. Nos apena que Don Agustín haya decidido acogerse al retiro pero hay que respetar su decisión y se ha ganado el mismo en buena lid, dándolo todo, la mayor de las veces sin recibir nada que no fuera la satisfacción de haber vivido una larga vida al servicio de su pueblo.

El Salón de la Fama del Deporte Riopedrense que nació y creció del esfuerzo de Don Agustín y un grupo de amigos, con gran satisfacción y orgullo, instala esta noche, en su Pabellón de Inmortales, al que ha sido instalador de tantos y tantos Inmortales de nuestros deportes durante los últimos seis (6) años, a Don Agustín López Quiñones.